Alea iacta est

Alea iacta est

jueves, 31 de octubre de 2013

Dos piezas que encajaban a la perfección.

Paseaba por su habitación, con los pies fríos tocando el suelo, temblando. Abrió el armario y cogió una chaqueta para ponérsela por encima del pijama. Se miró al espejo: pelo revuelto, orejeras surcando su rostro, pecas sin sentido y sobretodo, ninguna sonrisa. Suspiró, lo mejor sería que bajase a desayunar.
El café aún estaba caliente y desprendía vapor. Agarró la blanca taza con ambas manos para entrar en calor y contempló el líquido marrón. No tenía un tono definido, simplemente era un marrón compuesto por muchos marrones. Como sus ojos. Sus malditos ojos marrones, capaces de matarla con una sola mirada. Capaces de darle la vida. Estaban tan llenos de enigmas, de preguntas sin respuesta, de heridas no cerradas... Ella podía darle lo que necesitaba. Él podía darle lo que necesitaba. Eran dos piezas que encajaban a la perfección.

Pero que pertenecían a diferentes puzles.
Y eso la mataba por dentro.