Abrí los ojos entre sábanas blancas, bañadas por un tono anaranjado, y noté tus manos en mi vientre, nuestras piernas entrelazadas, mi cabeza en tu pecho; sentí como las lágrimas acudían a mis ojos. Gotas de felicidad: esas son las más saladas de todas. Por la ventana se colaban rayitos de sol y me pareció que toda la tristeza del mundo se estaba evaporando, dejando al fondo del mundo la alegría. Pero sólo me lo parecía.
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